La condena se fundó en que no llevaron a cabo ninguna actuación para realizar un diagnóstico acertado mediante pruebas complementarias para detectar un proceso infeccioso e instaurar un tratamiento antibiótico o quirúrgico a la menor tras una operación de apendicitis, practicada dos días antes de su fallecimiento, y ello pese a los continuos vómitos, fétidas deposiciones e intenso dolor abdominal del que se quejó la víctima -según su diagnóstico síntomas compatibles con una gastroenteritis-, y que ambos pudieron apreciar al examinarla en la habitación de la planta de pediatría, donde quedó ingresada.
Planteado recurso de apelación, invocan los recurrentes los resultados de la biopsia del apéndice y de la autopsia para sostener la imprevisibilidad de la afección que produjo el fallecimiento, desvinculada a una complicación infecciosa de la cirugía abdominal.
Y en efecto, revoca la AP su condena bajo la premisa de que no se acredita con la debida certeza, como es exigible para imponer una pena, que la víctima presentara, el día previo al óbito, la sepsis que fue determinada como causa de la desgraciada muerte, ni que se hubiera podido diagnosticar con una normal diligencia.
Para llegar a tal conclusión argumenta la Sala que el resultado de la autopsia puso de manifiesto que la causa de la muerte fue «PERITONITIS DIFUSA-NECROSIS Y HEMORRAGIA EN REGIÓN CECAL»; y no es discutida dicha conclusión, pero sí su relación con la intervención quirúrgica, habida cuenta que la mayoría de los peritos afirmaron rotundamente la falta de relación entre la apendicectomía y la necrosis, siendo esta última la causante de la muerte como generadora de la peritonitis, por el paso de gérmenes desde dentro de la luz intestinal al peritoneo aun sin perforación. Todos los peritos coincidieron en la extrema rareza de tal necrosis o tiflitis, y apuntaron a la probabilidad de que ese (y no apendicitis) fuera el padecimiento real desde el principio, que evolucionó hasta su desenlace.
La prueba pericial revela que el apéndice no había alcanzado un grado de infección que calificara la enfermedad de apendicitis flemonosa, sino catarral, por lo que, con independencia de su denominación, objetivamente por los
hallazgos de la autopsia, no se puede afirmar que la infección se iniciara en la zona del apéndice, sino que tuvo otro origen probable, cosa poco frecuente. Y los médicos que sucesivamente examinaron a la paciente pudieron padecer una relativa oscuridad propiciada porque la menor no venía diagnosticada como afectada de infección difusa, ni los síntomas daban para deducir ese único diagnóstico y descartar cualquier otro.
La responsabilidad civil médica
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